Un cuento (José G. en citroneta)
JOSÉ G. EN CITRONETA[1]
La luz verde le dio el paso en la esquina de las calles Maipú y Alameda, en el sector Estación Central de Santiago de Chile, el intermitente indicaba su viraje hacia la derecha.
Mucho tiempo, 15 años quizás, había pasado antes de volver a circular por aquellas calles, hoy debía hacerlo puesto que concurría a una reunión en el sector poniente de la ciudad.
Metió la marcha y la citroneta, modelo antiguo, sin cenicero, ganó terreno por la calle Maipú.
Entonces José G. Se vio nuevamente niño, corriendo por la vereda hacia su casa, la que decía en la puerta “casa particular” (era una de las pocas casas particulares de verdad en aquella cuadra), tenía el número 27. Desde niño recibió bromas por vivir en aquella calle de sexo, licor y cigarrillos..
Volvió a ver a María –“la María” recordaba que le decían todos-, esa joven prostituta que una vez le dijo que lo iba a hacer hombre e insistió hasta que lo hizo conocer el cuerpo desnudo de una mujer, en una tarde lluviosa, y que luego de desnudarlo lo invitó a entrar en su cama y él, asustado, la barbilla le tiritaba sin poder controlarla, se metió entre las sábanas y cuando ella le acercó su boca, cerró los ojos de puro miedo; después sintió que algo se rompía y que ese algo era acompañado por un hilo de sangre que brotaba desde su entrepierna, así mismo recordaba que no se orinó de pura vergüenza. Qué será de ella, se preguntó.
Vio, nuevamente, salir a su madre a la puerta de su casa, mientras él corría al encuentro de su padre que volvía del trabajo, ¿qué habrá pasado con él también?. De su casa lo habían sacado unos hombres vestidos de negro, desde ese día no volvió nunca más al hogar; en realidad nadie supo nunca más dónde estaba. Su foto la había visto años atrás, por casualidad, en un afiche que decía (con letras negras) “¿Dónde Están?”, recién entonces se había enterado que su padre era militante del mismo partido de izquierda del cual hoy él era dirigente.
Hasta la pérdida de su padre habían llegado esos sueños de niño, de pasar en estatura a sus padres; sueño que de una u otra manera casi todos hemos tenido.
Producto de la situación ocurrida con su progenitor debieron salir, con su madre, del país. Ella murió en el exilio.
La citroneta ganaba terreno suavemente.
Volvió a verse niño, robando billeteras, corriendo entre prostitutas, hombres borrachos y vehículos, mientras su madre le llamaba a gritos, amenazándole con los castigos del cielo o del infierno si no regresaba de inmediato a casa.
También vio a Alfredo, quien era unos cuatro años mayor que él. Siempre lo defendía en las peleas, y todo el mundo infantil le hacía ver que su amigo era algo extraño, mas José G. nunca creyó algo así, hasta el día en que cumplió sus 15 años, cuando su amigo le confesó que siempre le había atraído “pero que no lo tomara a mal”. Desde ese día no supo nunca más de su amigo; algunos dicen que hoy se encuentra hospitalizado ya que sufre de un mal incurable, pero nadie dice dónde se encuentra internado.
Mientras recordaba y pensaba en todo esto y deseaba que ojalá llegue pronto el día en que se remedien todos los males del mundo, maquinalmente prendió el intermitente izquierdo para salir a la calle Romero y ganar posteriormente la Avenida Matucana.
Nadie se percató que una mañana de domingo, de no importa qué mes del año 1990, volvió a pasar por lo que fue su barrio un hijo de detenido desaparecido chileno.
[1] Escrito en 1990 y publicado en el libro “Letras y poemas” del año 2002.
Etiquetas: LETRAS Y POEMAS
3 Comentarios:
hummmmm son la y tantas de la noche y el ron ... y la noche y fito en mis auricoliares ... bueno tun ya lo sabes ..ya es tarde bueno fito y el ron q me entra .
un buen abrazo y un beso de hermano mientras trasnbocho l a vida junto a f ito y a este ron .... q recien me q pensar ..........
perry
carlos ... de la vida al igual q voz
http://perry2459.blogspot.com
ya ta buenop
ya ta wueno
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